Cien
años de la magia de Roald Dahl
Gran
parte de la vida de Roald Dahl la podemos entresacar de sus propios
cuentos. Nació en la localidad galesa de Llandaff el 13 de
septiembre de 1916. Sus padres, de origen noruego, le llamaron Roald
en honor al célebre explorador Roald Amundsen, el primer hombre que
llegó al Polo Sur. Su infancia no fue feliz. Con cuatro años vio
como su padre y su hermana mayor fallecían con pocas semanas de
diferencia y él tuvo que educarse en los severos colegios británicos
de la época. El único consuelo que tenía eran los cuentos que le
contaba su madre y los dulces que le daban a probar en clase los
fabricantes de los chocolates Cadbury, que querían saber qué
aceptación tenían sus productos entre los niños.
Una
vez terminados sus estudios comenzó a trabajar en la compañía
Shell Oil, un empleo que le llevó a viajar por África. Cuando
estalló la Segunda Guerra Mundial se alistó como piloto. En Libia
sufrió un grave accidente que le dejó inmóvil y ciego durante
varios meses. Una vez recuperado, fue enviado a Washington y en esa
ciudad publicó sus primeros escritos. En 1943 llegó a las librerías
Los Gremlins, la historia de unas extrañas criaturas responsables de
averías inesperadas en los aeroplanos. Este original cuento, basado
en una antigua tradición anglosajona, fue un encargo de Walt Disney,
que pensó hacer una película con esos personajes. Fue el primer
contacto del escritor con el mundo del cine.
Su
carrera como escritor se desarrolló a lo largo de las décadas de
los años 50, 60 y 70. De su pluma surgieron títulos como James y el
melocotón gigante, Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate,
Fantástico Sr. Fox o Mi gran gigante bonachón. Relatos que, a
menudo, han saltado a las pantallas de cine para delicia de grandes y
de chicos.
Roald
Dahl murió a los 74 años, el 23 de noviembre de 1990. El pasado 13
de septiembre, día del centenario de su nacimiento, se homenajeó su
figura por todo el mundo y nosotros lo haremos durante todo este primer trimestre del curso con lecturas y visionado de algunas de las
adaptaciones cinematográficas de sus cuentos.
“El
que no cree en la magia nunca la encontrará”, solía afirmar el
escritor. Y él, en las páginas de sus libros y cuentos publicados a
lo largo de casi cinco décadas, dejó claro que no solo la había
hallado, sino que la regalaba a todo aquél que se adentraba en el
maravilloso mundo nacido de su imaginación. Sus narraciones están
llenas de giros divertidos e inesperados pero repletos de
reflexiones. Son fábulas que invitan a pensar; viajes intemporales
cuyo punto de partida siempre es el mundo de la infancia. Quizá
porque Roald Dahl nunca olvidó del todo al niño que un día fue.
De
cultura.elpais.com
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